Desde el 14 de febrero y hasta el 18 de junio, presenta el Museo Thyssen Bornemisza una retrospectiva del pintor británico Lucian Freud, uno de los pintores más representativos de la figuración en el siglo XX.
El pasado viernes nos acercamos a ver la exposición y no podíamos hacer menos que compartir con vosotros nuestras impresiones. Con algunos alumnos ya habíamos hablado sobre si se puede o no separar al artista de su obra; a algunos nos resulta complejo, ¿pero tiene sentido hacerlo? La historia del arte tiende a encumbrar a algunos y a postergar al anonimato a la mayoría, pero es ahora cuando se está revisando la historia, no sólo artística sino global, desde unos parámetros alejados de lo que históricamente han sido las herramientas de la teoría del arte. Ahora se revisa desde el otro lado, desde la perspectiva del otro, el que no ha tenido el poder hegemónico, desde las minorías, desde la moral, desde el feminismo, etc; vivimos la posmodernidad, y aunque igual sea necesaria, a veces abruma ver cómo se tambalean los que creíamos pilares tan sólidos.
El mismo acto de pintar lleva consigo un acto de dignificación, elevar a lo digno de ser representado para su contemplación, y esto en Freud es difícil de comprender. Qué diferencia entre sus primeras obras, con un aire surrealista y naif, y lo que pasa más adelante. Al principio hay análisis (en sus primeros retratos), lo de fuera manda, intenta aprender, comprender y analizar el mundo, los rostros y su anatomía, para representarlos; en una búsqueda de verdad, un cierto compromiso con la realidad, cierto respeto. Pero es después de la ruptura con su mujer cuando iracundo, deja de representar con veracidad, si es que eso hace falta. Sus representaciones se convierten en carne, movimiento, rotundidad, seguridad, arrogancia, violencia, narcisismo, no hay respeto alguno hacia lo representado, sino que lo usa a su antojo para el fin de su pintura.
Recuerda mucho a Bacon por ese uso tan obvio de las carnes, cual piezas de casquería, casi como una burla hacia sus modelos que se muestran sumisas y vulnerables. Y a la vez desde el desdén, desde casi su abstracción en la disolución y el arrastre de las formas, dignas de ser representadas, modelos al fin y al cabo dignas.
Y esto que se ve en la pintura de Freud, esta violencia, y este ambiente irrespirable, hacen de él un genio que es capaz de con sólo materia transportarnos allí, a ese mundo denso que nos admira y no nos deja mirarlo de frente, y todo a la vez, ni blanco ni negro, pura verdad y pura vida al fin y al cabo, y el arte trata de esto.

Cayetana, cada día te admiro más!